lunes, 28 de diciembre de 2009

Náufrago.

Una vez una tormenta me lanzó al mar.
Destruyó todo a su paso, mis ojos fueron lo primero.
Desperté seis meses después,
descompuesto, deshecho.

Naufragué al borde de un enorme continente.
Pero ni un día he dejado de extrañar mi isla...

Todos los días lanzo botellas al infinito,
con pequeños mensajes que sello con un suspiro.
E imagino que algunas flotan hasta muy lejos,
o que quizá tan sólo se hunden al borde de mis fuerzas.

Esperando, soñando con alguna respuesta
de aquella isla, mi hermosa playa secreta.

Sí, te sigo extrañando.



Miguel.

lunes, 21 de diciembre de 2009

- Mis hijas -

Cuando tenía once años, tuve 4 hijas.

Recuerdo que era casi el más alto de toda la escuela, y de los más fuertes.
Yo era un rebelde, un ojete, me gustaba incendiar cosas, escapar lejos en bicicleta, explorar terrenos baldíos, disparar mi rifle de municiones y cosas por el estilo...
Pero dentro de mi, era un niño pequeño, supongo que nunca dejé de serlo.

Tuve una infancia fabulosa, llena de aventuras, mucha imaginación y experiencias que me gusta recordar con todo mi cariño... pero otras que no tanto. También fué una época de mucha incomprensión, de sentirme fuera de todo y ver al mundo con cierto resentimiento.
Era el 'chico malo' casi siempre, sin querer serlo. Con mi chamarra negra y mis cortes de cabello raros/raperos (que luego incluían hasta las cejas), que me hacía con los rastrillos de mi papá.

Recuerdo a mi primer hija, era pequeñita y muy traviesa, desesperaba a todo mundo. Según entendí, tenía problemas porque su nueva hermanita la había reemplazado.
De algún modo nos hicimos amigos, siempre la cuidaba y le gustaba que la cargara
o la tomara de las manos para darle vueltas... Una vez, Paty (nuestra maestra), me dijo que yo era como un árbol y que a mi hija le encantaba vivir ahi trepada. Supongo que también tengo mucho de árbol y que tampoco he dejado de serlo.

A ella se le sumaron primero dos hermanas, y otra más al año siguiente.
No recuerdo gran cosa de la última, porque fué la hija que tuve por menos tiempo. Pero sí recuerdo al resto. Andábamos de aquí para allá en los recreos, mis hijas y medio kinder queriendo que los cargara y les diera vueltas... también recuerdo qué fué lo que vi en ellas, que me hizo 'adoptarlas'.

Quería protegerlas, jugar con ellas, escucharlas... quería darles el papá que yo quería para mi.
Una vez en una excursión el padre de una de ellas explotó en gritos regañando a la pobre niña, por una tontería cualquiera... ella quería ir conmigo en otra de las camionetas... ¿Cómo diablos alguien le grita así a un niño? Recuerdo asociar tanta indiferencia de sus papás con los míos. De ver en otra persona 'adulta' tanta incongruencia que yo aborrecía.

Con el resto del mundo yo era un golpeador, un majadero, gritón, vándalo, era bien gandalla... pero por dentro era lo opuesto, era un pequeño que necesitaba mucho a sus papás, esa era la forma como yo comprendía a mis hijas. Yo era un niño más jugando con ellas.

Después salí de la primaria y regresé al año siguiente, al festival navideño de la escuela. Mi primer hija ya no estaba, se había ido muy lejos a vivir con una tía. Tampoco estaba la última... pero las otras dos sí me reconocieron. Me decían 'Papá Igue' y me regalaron una tarjeta de navidad que habían dibujado y fueron a despegar de la pared de su salón.

Ellas nunca supieron que casi lloro después que se acercaron esa última vez que nos vimos y me preguntaron si yo era Miguel. Tampoco lo mucho que significaron en esa etapa de mi vida.

Me pregunto si recordarán, aunque sea vagamente,
escalar por mi espalda, trepar por mis ramas
y esa sensación de volar, mientras veíamos al mundo dar vueltas,
muchas vueltas.

Un gran abrazo, donde quiera que se encuentren,
y buena vibra mis hijas, buena vibra siempre.


Miguel.