domingo, 24 de febrero de 2013

Iada.

Me quería casar contigo.
Nunca antes lo había considerado en mi vida, pero contigo sí.
Porque eres una chica con buenos principios.
Porque jugabas descalza en los charcos.

Por la magia de ser tú.
porque salvaste a tus peces del temblor.
Por cómo enderezas la espalda para concentrarte
y por la tarjeta donde nos dibujaste con un solo ojo.

Por el video cuando cumplí 30 años.
Por voltear el mundo hacia mi y hacerme sentir tan querido.

Quería casarme contigo y tener hijos.
Una hija pequeñita y tan linda como tú
para ser con ella el mejor padre,
el que yo no tuve de niño, sino hasta cuando ya era bastante grandecito.
Y nunca dejar que tuviera miedo ante nada.

Darte todo el tiempo que hasta ese momento nunca había tenido.
Compensarte infinitamente todas las esperas, los retrasos...

Abrazarte y ya no soltarte, no dejarte llorar un solo día.
Estar ahi para ti, estar de verdad contigo.
Acariciarte y besarte tanto hasta desaparecer todos tus miedos.

Pero, iluso como siempre,
quise olvidar que querías vivir tu vida,
dejé de lado todas esas ideas tuyas
y queriendo encontrarte
justo caminé en la dirección contraria.

No hay culpables, no hay rencores.
Así tenían que ser las cosas.
Es la vida y sus miles de giros, de direcciones.

Y soy yo, siempre viviendo a destiempo, desfasado.
Esperando por esa otra oportunidad que no llega,
que se queda y que me deja inerte.

Me queda sonando tu voz
pidiendo que te espere.
Y yo, contestándote que eso no es justo.
Que eres una egoísta.

Yo me quería casar contigo,
tener una casa para entonces...
y un montón más de cosas aburridas.




Miguel.







Alguien con quien hablar.


Escribo porque no hablo.
Porque me siento muy solo.

Y me siento traicionado, débil, como si estuviera roto.
Lleno de culpa, de tristeza... abandono.


Cada vez más harto de sentirme utilizado.
Callado ante esa voz dentro de mi que señala, burlona.
Cansado de acertar una y otra vez...
predecir lo malo que va a pasar.


Escribo porque es la salida al laberinto de imaginar que se está hablando.

Escribo porque quiero imaginar que estoy contento.



sábado, 23 de febrero de 2013

Post secreto y triste.

Explotó la torre de Pemex... a unas cuadras de mi oficina.
Sentados en una pizzería, y jamás me habría enterado.
Bromeamos por pendejadas al respecto... y hubo muertos,
gente hecha pedazos, corazones aún más deshechos buscando desesperados un milagro.

En mi vida absurda, todo pasa a veces así. Ese milagro que nunca sucede, que sólo es negación.

Sucedió entonces que una señora encontró una nota de su familiar, en las ropas que llevaba para vestir su cuerpo en el funeral. Sucedió entonces ese milagro, milagro de segunda, pero milagro al fín.

¿Qué les diría yo en esa nota? Creo que ni siquiera sabría bien a quién dirigirme. ¿Y qué les diría?
¿Que fui feliz? No, antes que nada pediría que cuidaran a mi tlacuachita como si fuera un hijo recién nacido.

Les diría que no hay más allá, que el final es eso: EL final... y no hay más. Un vacío, nada. Tan sencillo que nos es imposible asimilarlo. Les diría que nunca habría querido irme en primer lugar, pero que nunca, nunca pude dejar de sentirme solo.