viernes, 22 de enero de 2010

Terrible y aburrida pesadilla.

Qué flojera, qué horror.
Escuchar que te digan "No me puedo decidir"
Lo amas o no lo amas y no hay más discusión.
Qué apatía encierra eso de amarrarse sin estar enamorado
de tener que decir "ya le agarré cariño", "me di cuenta que sí lo extrañaba"

Qué asco, qué mediocridad.
De verlos cruzar años, vacíos, con tanta falsedad.
Comenzar con "A ver qué pasa"
y acabar con la correa del "no te puedo dejar"
Con alguien que no es el amor de tu vida ni mucho menos,
con alguien que no te emociona
que no te prende ni una chispita
más que el miedo a la soledad.

Yo ya no voy a esperar.
Al diablo con todo.
Si me quieres da un salto hacia mi
y nos abrazamos justo en el punto más alto,
que yo también saltaré.

No importa si es sólo una ilusión,
si las cosas salen mal, o no se dan.
Prefiero tomar ese riesgo,
que quedarme a la mitad.

Yo voy por el amor de mi vida.
Todo o nada.
Y no me pienso esperar.

Adios y Fin.


Miguel.

Sí... ¿y qué?

Soy tan egoísta como para creerme el centro del mundo
y que éste,
es el amor más enorme que hay en él.



Miguel!

Viaje sin ti.

Si mis ojos se cierran de nuevo, no se volverán a abrir.
Tú eres las pestañas de arriba y yo las de abajo,
Te extraño mucho, hay que entrelazarnos.
Ya es de noche, muy noche,
ven a dormir conmigo.

...vuele un rato.

Y ¿quién es mi respiración?
(y tú dices) -Unas ardillas.
-¿Ardillas? Más bien topos,
  se asoman y se regresan con miedo a su casa.
Creo que ya no quieren salir.
-Que se duerman un rato, déjalos descansar.
 Ya tienen mucho mucho sueño.

Y ahora ya está lloviendo
pero se secan todas las plantas.
-Llorón.
Tres líneas turquesa que van flotando hacia los árboles,
vibran y ascienden como escalones dentro del viento.
Ven y abrázame. Hace mucho frío.
Una franja anaranjada que brilla en la oscuridad.

Creo que me estoy desangrando,
se me hizo un hoyo de la última vez. ¿Te acuerdas?
Me voy a convertir en una plasta de papel de baño,
cuando me seque.
- Es aceite, te arreglo y ya.
¿Ya aprendiste a reparar?
Pero yo también ya sé cómo hacerlo.
¿Estás enojada conmigo? Perdóname.
(No son mis alas, mejor vamos los dos volando juntos).
¿Te acuerdas de cuando me enseñaste a volar?
Ya no me da miedo.
- ¿No? ¿Nada?
- No.

Los gigantes azules son los que están aquí abajo
son como recortes de alfombra.
Y hay nieve, había nieve antes.
Pero está lejos,
tu papá iba caminando hasta allá.
Ya no fuimos esa vez, o ¿si?

Por aquí pasamos el otro día.
Y que no nos podían ver.
¿Te acuerdas?
Extrañaba mucho reirme contigo.
¿Te acuerdas?
-Sí.



Miguel.

jueves, 21 de enero de 2010

Despechado por una dama decente.

He decidido no buscarle más,
a usted, que siempre me da los motivos para hacerlo.

Sepa que yo la amo, pero no...
ya no más.

Usted me tortura, me envuelve,
me atrapa...
Termino sin poder hacer nada,
sin poder construir mi propia vida.

Y, sin embargo, la extraño tanto
que vuelvo a usted sin vacilar.
Tan sólo por verla, hermosa, mi musa.
Estar los dos juntos, sonreír, bailar.
Recorrer todo su cuerpo y cada uno de sus secretos...
cada una de sus alegrías.

Y usted sigue ahi, permanece inmóvil.
Me arroja con desprecio tantos recuerdos,
me grita a cada rato que me largue...
pero no me deja ir.

Me quedo entonces vacío, vencido, sin sentido.
La veo de lejos tan sonriente, tan bien acompañada.
Veo mi vida en usted,
y su vida sin mi.

Mi Bella Cuernavaca,
creo que hemos llegado al final.
Aunque sé,
que nunca dejaremos de ser buenos amigos.

Un beso, y adios.


Miguel.

miércoles, 20 de enero de 2010

- So, what's the catch?

Juran que tengo novia,
o más de una, que soy un cabrón.
Que si soy masón,
gay,
casado,
presumido,
o las cuatro juntas.

Que me va a valer madre,
que por qué diablos me quedo así,
Juran que tengo algo,
juran que hay algo mal,
algo raro conmigo.

Y yo les digo que sí,
que me falta una pieza
y que no dejo de extrañar.
Juro que te extraño a ti.


Miguel.

El de la chapata.

El de la chapata,
como siempre pido lo mismo,
así me dicen en la cafetería
donde voy a comer.

El de la chapata,
con salmón y queso crema.
Papas no, mejor ensalada
y té frío.

Para tener un rato a solas,
para imaginar,
para escribir estas mismas
y repetitivas líneas.

El de la chapata...
- ¡Ya llegó el de la chapata..!



Miguel.

martes, 12 de enero de 2010

- Ronchas -

Hace un año habían pasado ya cuatro meses.
Habíamos tronado, una vez más, unos días antes de navidad.
Había ido a acampar con mis hermanos a la playa,
pensé en ti en medio de visiones entre las nubes.
En un amanecer a solas, las olas rompiendo allá,
al otro lado de las rocas.
Justo ahí, por fín te pude improvisar un poema...
en voz alta, con la cara inundada de sal y tristeza.

Y comenzó todo, en un intermedio de la borrachera.
Me despertó una comezón desesperante.
La humedad y el calor de la tienda de campaña me ahogaban,
era insoportable.
Seguí bebiendo.

Me rascaba el brazo derecho y al lado del ombligo,
alguna pulga del perro, y tú que tanto los amas.
No podía dejar de pensar en ti,
como en la arena y el sudor pegados a mi espalda.
Intenté dormir.

Me descubrí con miedo y un poco de asco,
primero el brazo, después avanzó por todo mi cuerpo.
Roncha sobre roncha, como una alergia furiosa,
un enjambre de hormigas... todos mis afilados recuerdos.
Y su comezón, constante, implacable...
Pasé las siguientes dos noches sosteniendo pedazos de hielo,
viendo cómo se movían las manecillas de mi reloj.
Repasando impotente todos y cada uno de mis errores.
Cada cinco minutos, y otros más, hasta el amanecer...
después corría a la tienda y compraba otra bolsa de hielo.

Regresamos, y pasé una semana con una medicina inútil.
Tan inútil como pensar que todo iba a estar bien entre nosotros.
Todos se alarmaron, a mi me daba igual... seguía igual de desesperado.
Otro nuevo doctor, a urgencias de inmediato.
Cortisona combinada para potenciar el efecto,
al fin pude dormir sin interrupciones casi una hora.
¿Salías con él ya en ese entonces?
Todos los síntomas regresan, me duplican la dosis.
Nos mensajeamos, después hablamos.
Se me adormeció la piel y dormí un poco más.
Pensé que no me irías a ver.

Pero fuiste.

¿Por qué fuiste?
¿Por lo mismo que tomabas siempre esa misma calle
y me decías que ese era tu camino?
...O quizá, simplemente, nadie debía vernos juntos.
Y cada día las ronchas crecían,
se esparcían e invadían nuevos lugares de mi cuerpo.

Me avergonzaban mis ronchas,
me escondí en mi cama todos esos días.
Tú venías y las acariciabas,
con mucho cuidado de no lastimarme la piel,
me quitabas la comezón con tu mano libre,
la otra me abrazaba.
Y yo regresaba a ser yo de nuevo.

Otra semana de tratamientos inútiles,
cada vez quería contarte que las cosas iban mejor.
Pero estaba mal, no podía mentir.
Cita con otra doctora.
Pobre, llevas todo este tiempo con fiebre.
¿No sientías ansiedad?
Y cómo iba a saber que era por eso.

Otras dos semanas, apenas y veía avances
venías más seguido, pero siempre tenías que irte,
era como si desaparecieras.
Y yo no podía dormir,
a menos que me llenara el cuerpo de lienzos humedecidos.
Me voy  al antro, ya sé.
Te besaba, te amaba y después era como si te arrancaras de mi.
Así como yo quería arrancarme la piel.
Y tú me amabas, como ese medicamento que tenía que disolver.
Un poco de descanso, la única cura eficaz contra mi locura.

Despertaba a cada rato y me daba baños de agua hirviendo,
seguidos de agua helada, para perder la sensibilidad de la piel.
Pero una vez ya no aguanté,
el saber que me querías, pero siempre tenías que irte.
Me desplomé llorando en el baño,
desnudo y completamente derrotado por lo inevitable.
Quería que todo terminara, quería ya no sentir más...
absolutamente nada y descansar.

Y sonaban tus llaves contra mi ventana,
eran horas que volvía de lugares muy oscuros.
Como ese último medicamento difícil de encontrar.
Las ronchas explotaron en ondas rojas y se disolvió la gran mayoría.
Como la vez que él te llamó
y saliste de la cama a la calle para poder hablar.
Se escuchaba todo, después tú y yo fuimos a bailar.

Persistieron algunas ronchas,
en mis manos, en mis piernas y en mi cara.
Estaba demasiado harto y me comencé a rascar.
Capas y capas de preguntas,
fué cuando se besaron en el bar.
Le acariciabas la cara con la palma hacia dentro.
Ya no había inyecciones, ni lienzos, pastillas...
la piel me comenzaba de nuevo a picar.

Esa enfermedad me había quitado todo,
pero me dió humildad.
Quería huir, pero decidí quedarme.
Nos abrazamos, después ustedes volvieron a ser sólo amigos
por un momento nos encontramos.
Un día decidiste dejar de mentir en tu casa,
luego sonó el teléfono y confundí la voz de tu mamá...

No te quise invadir, ni siquiera insistí.
Por respeto, no tuve una pizca de curiosidad,
mas que por saber que ibas a estar bien.
Nos dejamos ir, otra vez...

Las ronchas nunca se me quitaron
y regresan cuando les da la gana
o cuando estoy muy ebrio.
Me recuerdan mi peor momento de desesperanza.
Me desnudan de nuevo y, en el mismo charco,
me recuerdan lo frágil y común que soy,
me quitan mi pose de inmortalidad.

Desde ahi te recuerdo,
desde ahi no te he querido olvidar.
Cuando aprendí a ponerme en tus zapatos
y te vi valiente escondiéntote para poder llegar a mi casa.
Así aprendí a comprender y dejar de culpar.
Y te agradezco tanto esas tardes conmigo.
Te agradezco tanto por intentar.



Miguel.

Fragmentos. (De mi diario personal)

¿Cuándo fué?
¿Cuándo fué que nos enamoramos?
Yo lo sé. Sentí ese flechazo.

Lloré, todo el camino de regreso.
Cuando nos despedimos.
Te ví desde el otro lado de la estación de autobuses.
Qué gusto verte.

Qué duro verte.
De espaldas, ver detenidamente tu cuello
y desear ignorar ese momento.
Poder abrazarte y besar tu cuello.

Y ver tu cabello volar detrás de tu hombro.
Fingías que dormías. Y yo lloré.
Lloré todo el camino de regreso...


Miguel.

jueves, 7 de enero de 2010

Fé.

Quiero creer
que el tiempo es más grande que cualquier situación.
Que lo que siento es real y trascendente.

Quiero creer
que hay algo en las palabras que nunca cruzamos.
En las miradas guardadas en nuestros recuerdos.
Que reviviré en cuanto escuche tu voz.

Quiero creer en algo.
Creer en la vida, en el destino...
creer en mi.


Miguel.

lunes, 4 de enero de 2010

Arrecife.

Olas gigantes me acechan,
otras no tan grandes me confrontan.
Estoy desnudo sobre la roca
y no pienso sujetarme.

También mi amor viene en oleadas.
Olas gigantes que crecen mar adentro.
In crescendo mientras inhalo profundo,
viene mi amor mirándome fijamente...
y de pronto se desvanece,
siempre se desvanece.

En llamadas que nadie contesta,
en citas que nunca concerto.
Ilusión contra desengaño,
mensajes llenos de vida que se ahogan.

Llévame mar,
mar de recuerdos.
Mar de sombras y desprecio...
Velas encendidas que se inundan.


Miguel.

sábado, 2 de enero de 2010

No caras bonitas.

En medio de la pista.
Quiero bailar como me dé la gana.
Quiero a alguien que quiera bailar conmigo.
No caras bonitas.

Crecí la mayoría de mis años
creyendo que era la persona más horrible del mundo,
mi boca monstruosa, las burlas, las bromas...
Sé que no soy tan horrible pero, quízá, apenas
medianamente bonito, guapetón diría yo.

Quiero a alguien que me diga que vió algo en mi.
Que te guíe tu sexto sentido.
Tan inexplicable como incontrolable.
Que se ría de mis pasos de baile tan ridículos,
quiero reír yo también.
No caras bonitas.

¿Hay alguien ahi como yo?
Ven y dime que no es lo ordinario,
no caras bonitas,
ellas y yo
ni siquiera hablamos el mismo idioma.

Vamos a bailar.


Miguel.