Me voy, de aquí,
me voy de ti.
Lejos.
Con la ilógica esperanza
que al volver yo,
vuelvas tú también.
lunes, 3 de junio de 2013
domingo, 24 de febrero de 2013
Iada.
Me quería casar contigo.
Nunca antes lo había considerado en mi vida, pero contigo sí.
Porque eres una chica con buenos principios.
Porque jugabas descalza en los charcos.
Por la magia de ser tú.
porque salvaste a tus peces del temblor.
Por cómo enderezas la espalda para concentrarte
y por la tarjeta donde nos dibujaste con un solo ojo.
Por el video cuando cumplí 30 años.
Por voltear el mundo hacia mi y hacerme sentir tan querido.
Quería casarme contigo y tener hijos.
Una hija pequeñita y tan linda como tú
para ser con ella el mejor padre,
el que yo no tuve de niño, sino hasta cuando ya era bastante grandecito.
Y nunca dejar que tuviera miedo ante nada.
Darte todo el tiempo que hasta ese momento nunca había tenido.
Compensarte infinitamente todas las esperas, los retrasos...
Abrazarte y ya no soltarte, no dejarte llorar un solo día.
Estar ahi para ti, estar de verdad contigo.
Acariciarte y besarte tanto hasta desaparecer todos tus miedos.
Pero, iluso como siempre,
quise olvidar que querías vivir tu vida,
dejé de lado todas esas ideas tuyas
y queriendo encontrarte
justo caminé en la dirección contraria.
No hay culpables, no hay rencores.
Así tenían que ser las cosas.
Es la vida y sus miles de giros, de direcciones.
Y soy yo, siempre viviendo a destiempo, desfasado.
Esperando por esa otra oportunidad que no llega,
que se queda y que me deja inerte.
Me queda sonando tu voz
pidiendo que te espere.
Y yo, contestándote que eso no es justo.
Que eres una egoísta.
Yo me quería casar contigo,
tener una casa para entonces...
y un montón más de cosas aburridas.
Miguel.
Nunca antes lo había considerado en mi vida, pero contigo sí.
Porque eres una chica con buenos principios.
Porque jugabas descalza en los charcos.
Por la magia de ser tú.
porque salvaste a tus peces del temblor.
Por cómo enderezas la espalda para concentrarte
y por la tarjeta donde nos dibujaste con un solo ojo.
Por el video cuando cumplí 30 años.
Por voltear el mundo hacia mi y hacerme sentir tan querido.
Quería casarme contigo y tener hijos.
Una hija pequeñita y tan linda como tú
para ser con ella el mejor padre,
el que yo no tuve de niño, sino hasta cuando ya era bastante grandecito.
Y nunca dejar que tuviera miedo ante nada.
Darte todo el tiempo que hasta ese momento nunca había tenido.
Compensarte infinitamente todas las esperas, los retrasos...
Abrazarte y ya no soltarte, no dejarte llorar un solo día.
Estar ahi para ti, estar de verdad contigo.
Acariciarte y besarte tanto hasta desaparecer todos tus miedos.
Pero, iluso como siempre,
quise olvidar que querías vivir tu vida,
dejé de lado todas esas ideas tuyas
y queriendo encontrarte
justo caminé en la dirección contraria.
No hay culpables, no hay rencores.
Así tenían que ser las cosas.
Es la vida y sus miles de giros, de direcciones.
Y soy yo, siempre viviendo a destiempo, desfasado.
Esperando por esa otra oportunidad que no llega,
que se queda y que me deja inerte.
Me queda sonando tu voz
pidiendo que te espere.
Y yo, contestándote que eso no es justo.
Que eres una egoísta.
Yo me quería casar contigo,
tener una casa para entonces...
y un montón más de cosas aburridas.
Miguel.
Alguien con quien hablar.
Escribo porque no hablo.
Porque me siento muy solo.
Y me siento traicionado, débil, como si estuviera roto.
Lleno de culpa, de tristeza... abandono.
Cada vez más harto de sentirme utilizado.
Callado ante esa voz dentro de mi que señala, burlona.
Cansado de acertar una y otra vez...
predecir lo malo que va a pasar.
Escribo porque es la salida al laberinto de imaginar que se está hablando.
Escribo porque quiero imaginar que estoy contento.
sábado, 23 de febrero de 2013
Post secreto y triste.
Explotó la torre de Pemex... a unas cuadras de mi oficina.
Sentados en una pizzería, y jamás me habría enterado.
Bromeamos por pendejadas al respecto... y hubo muertos,
gente hecha pedazos, corazones aún más deshechos buscando desesperados un milagro.
En mi vida absurda, todo pasa a veces así. Ese milagro que nunca sucede, que sólo es negación.
Sucedió entonces que una señora encontró una nota de su familiar, en las ropas que llevaba para vestir su cuerpo en el funeral. Sucedió entonces ese milagro, milagro de segunda, pero milagro al fín.
¿Qué les diría yo en esa nota? Creo que ni siquiera sabría bien a quién dirigirme. ¿Y qué les diría?
¿Que fui feliz? No, antes que nada pediría que cuidaran a mi tlacuachita como si fuera un hijo recién nacido.
Les diría que no hay más allá, que el final es eso: EL final... y no hay más. Un vacío, nada. Tan sencillo que nos es imposible asimilarlo. Les diría que nunca habría querido irme en primer lugar, pero que nunca, nunca pude dejar de sentirme solo.
Sentados en una pizzería, y jamás me habría enterado.
Bromeamos por pendejadas al respecto... y hubo muertos,
gente hecha pedazos, corazones aún más deshechos buscando desesperados un milagro.
En mi vida absurda, todo pasa a veces así. Ese milagro que nunca sucede, que sólo es negación.
Sucedió entonces que una señora encontró una nota de su familiar, en las ropas que llevaba para vestir su cuerpo en el funeral. Sucedió entonces ese milagro, milagro de segunda, pero milagro al fín.
¿Qué les diría yo en esa nota? Creo que ni siquiera sabría bien a quién dirigirme. ¿Y qué les diría?
¿Que fui feliz? No, antes que nada pediría que cuidaran a mi tlacuachita como si fuera un hijo recién nacido.
Les diría que no hay más allá, que el final es eso: EL final... y no hay más. Un vacío, nada. Tan sencillo que nos es imposible asimilarlo. Les diría que nunca habría querido irme en primer lugar, pero que nunca, nunca pude dejar de sentirme solo.
lunes, 25 de junio de 2012
Lecciones del fin de semana.
El domingo, entre tanto estrés por estar hospitalizado mi sobrinito, me encontré una perrita atropellada en Av. San Diego y calle Hule, estaba sobre la banqueta, cubierta con un plástico, bajo la lluvia. Llevaba mucho tiempo así y la gente pasaba, la veía, sentía lástima pero se seguía de largo. La revisé pero ya estaba respirando muy mal y casi no tenía reflejo en sus pupilas, me quedé un rato con ella acariciándola.
La lluvia arreció y, sorprendentemente, la perrita hizo un esfuerzo por levantarse, levantó el cuerpo, la cabeza, pero ninguna patita... y aulló muy quedito. Entonces, el señor del puesto de periódicos me ayudó a moverla justo al lado de su puesto, para que no se mojara. La revisé del otro lado, había sangrado, pero no encontré ninguna herida visible.
Fue después que estuve con ella que la gente empezó a acercarse más, a preguntar qué se podía hacer... y yo no tenía ninguna respuesta. Esa perrita se iba a morir y no se podía hacer nada.
Intenté marcarle a conocidos de una asociación protectora de animales, pero la voz al otro lado del teléfono me dijo que era un número equivocado... Finalmente, una señora joven se acercó y me dijo que teníamos que llevarla al veterinario para que le hiciera algo, que "le inyectara medicina". Y entonces nuestras miradas voltearon a la perrita, nos quedamos callados.
Acordamos buscar un veterinario que nos dijera lo que ya sabíamos a simple vista y dormirla. No dejar que sufriera más. Pensé en ella tirada en el mismo lugar donde la había encontrado, sufriendo, agonizando, ahogándose con la poca agua que corría por la banqueta. Quizá pudo haber estado así días o, al menos, suficientes horas para hacer insoportable esa imagen. Más insoportable aún que la imagen de los dos autos arrollándola, tal como nos contó la señora de las quesadillas.
Otro chico se había acercado y se unió a nuestro plan. La señora cruzó la calle y regresó con una camioneta de lujo nueva, ni siquiera estaba emplacada. Pusimos el plástico en la cajuela y después el chico y yo subimos a la perrita. Pero yo no subí... tenía que ir al hospital para estar con mi hermano y mi cuñada. Me dió gusto ver que la señora y el otro chico, sin conocerse, estaban haciendo algo movidos por una fuerza interior, llena de compasión. Se fueron y yo regresé a bañarme y cambiarme de ropa.
Camino a mi casa pensé en toda esa gente, seguramente el señor del puesto de periódicos fué quien puso el plástico para que la perrita no se mojara, tampoco le importó moverla al lado de su puesto, incluso sabiendo que la perrita ahi moriría... pensé en la señora que no le importó subirla a su camioneta nueva, y en el otro chico, que a la primera se unió al plan... también en la gente que estuvo un rato viéndola, compadeciéndose, diciendo frases muy sinceras y con auténtico dolor ante el sufrimiento... Si somos gente llena de bondad, de amor, sólo tenemos miedo.
De regreso al hospital, en la sala de espera, una señora nos invitó a comer tacos en la parte de a fuera... hay gente que se organiza y lleva comida gratis a los familiares que ahi esperan, que a veces llevan días y no tienen ni para regresar a su casa, también hay gente que se acerca a ti y te ofrece hacer una oración juntos (el mismo efecto pero en diferente plano)... Sin decirlo, todos en mi familia pensamos en algún momento de ese par de noches, en ayudar a los demás, en llevarles una cobija, una almohada, comida, agua... siquiera en platicar un poco con ellos, distraerlos. Mi hermano y su esposa vivieron lo mismo pero dentro de la sala de urgencias.
Ese mismo día dieron de alta a mi sobrinito. Lo primero que hizo el bebé más sonriente del mundo, precisamente, fue regalarnos unas sonrisas hermosísimas que nos aliviaron de inmediato de nuestra ansiedad. Todos queríamos abrazarlo.
Y entonces pensé en toda la gente que nos llevó a ese momento... mi hermano y su esposa que estuvieron sin comer ni dormir todos esos días sin despegarse del cunero, en nuestras familias que siempre estuvimos cerca, incluyendo a Alicia y Armando que sin ellos simplemente las cosas habrían sido diametralmente opuestas... en los médicos (los malos y los que sí hacen bien su trabajo dedicándose a los demás), las enfermeras, los policías (pregúntenle a mi hermano)...
Nos dimos cuenta de que somos demasiado afortunados, de estar juntos como familia, de tener amigos valiosísimos. Nos dimos cuenta del mundo que está siempre ahi, pero que no siempre queremos ver... Así que, juntos, decidimos comenzar a ser agradecidos por todo lo que hemos recibido y comenzar a compartirlo.
Si somos gente llena de bondad, de amor, sólo tenemos miedo.
Miguel.
La lluvia arreció y, sorprendentemente, la perrita hizo un esfuerzo por levantarse, levantó el cuerpo, la cabeza, pero ninguna patita... y aulló muy quedito. Entonces, el señor del puesto de periódicos me ayudó a moverla justo al lado de su puesto, para que no se mojara. La revisé del otro lado, había sangrado, pero no encontré ninguna herida visible.
Fue después que estuve con ella que la gente empezó a acercarse más, a preguntar qué se podía hacer... y yo no tenía ninguna respuesta. Esa perrita se iba a morir y no se podía hacer nada.
Intenté marcarle a conocidos de una asociación protectora de animales, pero la voz al otro lado del teléfono me dijo que era un número equivocado... Finalmente, una señora joven se acercó y me dijo que teníamos que llevarla al veterinario para que le hiciera algo, que "le inyectara medicina". Y entonces nuestras miradas voltearon a la perrita, nos quedamos callados.
Acordamos buscar un veterinario que nos dijera lo que ya sabíamos a simple vista y dormirla. No dejar que sufriera más. Pensé en ella tirada en el mismo lugar donde la había encontrado, sufriendo, agonizando, ahogándose con la poca agua que corría por la banqueta. Quizá pudo haber estado así días o, al menos, suficientes horas para hacer insoportable esa imagen. Más insoportable aún que la imagen de los dos autos arrollándola, tal como nos contó la señora de las quesadillas.
Otro chico se había acercado y se unió a nuestro plan. La señora cruzó la calle y regresó con una camioneta de lujo nueva, ni siquiera estaba emplacada. Pusimos el plástico en la cajuela y después el chico y yo subimos a la perrita. Pero yo no subí... tenía que ir al hospital para estar con mi hermano y mi cuñada. Me dió gusto ver que la señora y el otro chico, sin conocerse, estaban haciendo algo movidos por una fuerza interior, llena de compasión. Se fueron y yo regresé a bañarme y cambiarme de ropa.
Camino a mi casa pensé en toda esa gente, seguramente el señor del puesto de periódicos fué quien puso el plástico para que la perrita no se mojara, tampoco le importó moverla al lado de su puesto, incluso sabiendo que la perrita ahi moriría... pensé en la señora que no le importó subirla a su camioneta nueva, y en el otro chico, que a la primera se unió al plan... también en la gente que estuvo un rato viéndola, compadeciéndose, diciendo frases muy sinceras y con auténtico dolor ante el sufrimiento... Si somos gente llena de bondad, de amor, sólo tenemos miedo.
De regreso al hospital, en la sala de espera, una señora nos invitó a comer tacos en la parte de a fuera... hay gente que se organiza y lleva comida gratis a los familiares que ahi esperan, que a veces llevan días y no tienen ni para regresar a su casa, también hay gente que se acerca a ti y te ofrece hacer una oración juntos (el mismo efecto pero en diferente plano)... Sin decirlo, todos en mi familia pensamos en algún momento de ese par de noches, en ayudar a los demás, en llevarles una cobija, una almohada, comida, agua... siquiera en platicar un poco con ellos, distraerlos. Mi hermano y su esposa vivieron lo mismo pero dentro de la sala de urgencias.
Ese mismo día dieron de alta a mi sobrinito. Lo primero que hizo el bebé más sonriente del mundo, precisamente, fue regalarnos unas sonrisas hermosísimas que nos aliviaron de inmediato de nuestra ansiedad. Todos queríamos abrazarlo.
Y entonces pensé en toda la gente que nos llevó a ese momento... mi hermano y su esposa que estuvieron sin comer ni dormir todos esos días sin despegarse del cunero, en nuestras familias que siempre estuvimos cerca, incluyendo a Alicia y Armando que sin ellos simplemente las cosas habrían sido diametralmente opuestas... en los médicos (los malos y los que sí hacen bien su trabajo dedicándose a los demás), las enfermeras, los policías (pregúntenle a mi hermano)...
Nos dimos cuenta de que somos demasiado afortunados, de estar juntos como familia, de tener amigos valiosísimos. Nos dimos cuenta del mundo que está siempre ahi, pero que no siempre queremos ver... Así que, juntos, decidimos comenzar a ser agradecidos por todo lo que hemos recibido y comenzar a compartirlo.
Si somos gente llena de bondad, de amor, sólo tenemos miedo.
Miguel.
miércoles, 30 de mayo de 2012
Fantástica nada.
Tanto la primera, como la última
como la primera nuevamente,
como todas las veces...
Fantástica nada, intangible.
El no saber, el no querer,
el estar sin decirlo.
Todo este tiempo, el nunca más,
un brevísimo momento.
Fantástica nada de toda mi vida.
Las miles de emociones,
la misma mirada,
ninguna intención definida.
Decidir ningún rumbo.
Fantástica nada, de libertad,
una flor, una sonrisa.
Miguel.
domingo, 5 de diciembre de 2010
Sé mi O de 'Completo'.
Siento que mi vida se va
cada día, cada noche que no duermo
cada hora que trabajo como loco
cada momento que sueño con todo lo que quiero hacer en ella.
Rasguño desesperado todos mis planes,
todas mis fechas.
Y mientras giro hacia allá,
mientras doy cada pesado paso
siento que mi vida se ha diluído mucho más rápido
que llevo desventaja, que he perdido demasiado tiempo.
Cada sacrificio que hago
cada día que no llego,
siento que te voy perdiendo,
siento miedo, el tuyo y el mío.
Pero no me sueltes, puedo romperme
Muchas veces he caído y todas me hice pedazos...
nunca pude encontrar una de mis piezas
el final en la parte de mi donde decía "por fín estoy completo"
Ya sé dónde se quedan los adultos
donde se mueren todas sus ilusiones.
Es aquí, en este campo interminable de la supervivencia
de tener algo seguro, de llegar a fin de mes
de lograr todas esas cosas
que uno de niño ignora, pues siempre las damos por hechas.
Es aquí, donde estoy parado,
desde aquí se comienzan a ver ridículos todos los sueños.
Por eso es que éste no es mi lugar.
No es mi esencia.
Sé mi O de "Completo"
confía en mi con los ojos cerrados.
Que yo quiero estar contigo
en otro lugar, donde yo pertenezca.
Sé mi O de "Completo"
la primera y la segunda.
que cada una sea una de tus manos
y abrázame, te necesito cerca.
Que todavía me falta mucho,
y no quiero perderte.
Sé mi O de "Por fín estoy completo".
Por favor tenme paciencia.
Que yo te amo
y quiero ser tu A de "Completa".
Miguel.
cada día, cada noche que no duermo
cada hora que trabajo como loco
cada momento que sueño con todo lo que quiero hacer en ella.
Rasguño desesperado todos mis planes,
todas mis fechas.
Y mientras giro hacia allá,
mientras doy cada pesado paso
siento que mi vida se ha diluído mucho más rápido
que llevo desventaja, que he perdido demasiado tiempo.
Cada sacrificio que hago
cada día que no llego,
siento que te voy perdiendo,
siento miedo, el tuyo y el mío.
Pero no me sueltes, puedo romperme
Muchas veces he caído y todas me hice pedazos...
nunca pude encontrar una de mis piezas
el final en la parte de mi donde decía "por fín estoy completo"
Ya sé dónde se quedan los adultos
donde se mueren todas sus ilusiones.
Es aquí, en este campo interminable de la supervivencia
de tener algo seguro, de llegar a fin de mes
de lograr todas esas cosas
que uno de niño ignora, pues siempre las damos por hechas.
Es aquí, donde estoy parado,
desde aquí se comienzan a ver ridículos todos los sueños.
Por eso es que éste no es mi lugar.
No es mi esencia.
Sé mi O de "Completo"
confía en mi con los ojos cerrados.
Que yo quiero estar contigo
en otro lugar, donde yo pertenezca.
Sé mi O de "Completo"
la primera y la segunda.
que cada una sea una de tus manos
y abrázame, te necesito cerca.
Que todavía me falta mucho,
y no quiero perderte.
Sé mi O de "Por fín estoy completo".
Por favor tenme paciencia.
Que yo te amo
y quiero ser tu A de "Completa".
Miguel.
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