Hay una tina en medio
de mi sala de estar.
Repleta hasta el borde
de mi agua salada,
tú eres el mar.
En ella nado y me sumerjo.
Viajo hasta el fondo,
donde abro los ojos,
me ahogo y me quedo quieto,
así, sin respirar.
Shh... quieto,
Shh... en silencio...
quizá el mar, esta vez, pueda llegar.
Miguel.
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