miércoles, 25 de noviembre de 2009

- Setas al Romero -

Siempre había visto a las señoras vendiendo el montón de setas, mi hermano me contó que comió sopa de setas, y que era deliciosa.

Hoy en el metro estaban vendiendo, me regresé a contracorriente y compré una bolsa...
- Llévese las dos por 20.
Me dijo la señora, con un gesto entre animándome y chantajeándome con su carita triste, sólo le quedaban esas dos. Con gusto le habría comprado ambas... pero ni siquiera tenía idea de cómo prepararlas y, además, era mucho en una sola bolsa para mi solo... triste realidad.

Le expliqué que nada más me las iba a cenar yo, que con una tenía suficiente... pero no me entendió. Capaz que terminaba contándole mis desventuras en el amor y que llevo meses sin novia, que nomás no se dejan o que, si no, yo la cago... en fin...
Mejor le pagué y me fui. (Pensando en mis desventuras en el amor, los meses sin novia, etc.)

Confieso que una vez arranqué una seta de un tronco y me la comí, de hecho creo que fueron dos veces, je. Y que, hasta hace poco... me intrigaban mucho los champiñones, setas y cosas así, la textura, sus formas, siempre me recuerdan las clases y taller de biología, me daban mucha curiosidad y punto... así que develé el misterio y me comí un champiñón enorme, crudo. Me sorprendió la sensación al masticarlo... su sabor como a tierrita o lejanamente a madera... el pensar que muchas cosas toman el sabor de lo que se alimentan... el saber que en su gran mayoría no son más que agua... en pensar en formas de vida, concepciones de organismo, tan diferentes y mal comprendidos...

Y aquí nos tienen, a la bolsa llena de setas y a mi separándome de la cotidianeidad para admirar las figuras suaves que se forman en ellas... como árboles... bosques irreales que surgen de un mismo punto... cuevas, branquias extraterrestres... ni idea de qué hacer con ellas, mas que probar algunas así tal cual.

Al final... se me ocurrió prepararlas con un poco de cebolla, salteadas en aceite de oliva...
y el toque final: tomé unas hojas de mi plantita de romero, las dividí en pedazos pequeñitos y las fui distribuyendo un poco antes de apagarle al sartén. Lo tapé y esperé a que enfriara un poco (y que el vapor encerrado hiciera su magia).
Me encanta la expectativa justo antes de servir... el descubrir algo distinto debajo de la tapa a lo que uno vé justo antes de que todo quede cubierto... y ahi estaba, la cena lista.

Era lo que le faltaba, un toque verde a mi bosque pálido.

Pero me faltaron tres cosas... alguien con quien compartirlo y dos coronas, una para cada quien.

Provecho!


=)

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